miércoles, 20 de junio de 2012

La canción de los huesos

Siempre me he preguntado por qué me llaman la atención los huesos. Veo las calaveras, los huesitos chiquitos de los animales más pequeños del bosque... El esqueleto de cualquier ser vivo me parece algo bello y misterioso. Quizá es porque siempre he imaginado que debajo de la superficie de la tierra todo está lleno de huesos, de huesos blancos y desteñidos por el paso del tiempo. Los huesos de todas las personas y animales que han vivido en el planeta durante miles de años y que han encontrado descanso y reposo en el manto suave, húmedo y cálido de la Gran Madre. Huesos que vivieron primero la vida, después la muerte y por último la podredumbre pero ahora descansan tranquilos en el seno de la Dama esperando que alguien cante una canción y les devuelva a la vida.


Cierro los ojos estos días y escucho una melodía. Fue una noche, que empezó a sonar como si las paredes de mi habitación guardaran un secreto que pugnaba por salir. Y detrás de esa melodía, sonaba un sonajero de huesos. De esos huesos pequeñitos que alguien hubiese metido en una pequeña alforja de cuero y al entrechocar unos con otros, emitían un sonido tan extraño y precioso que todo empezó a tomar vida ante mis ojos y mis propios huesos chascaron como desperezándose de un letargo de siglos.

Cerraba los ojos y veía a la Dama, vestida de negro, vestida de blanco, con la capucha. Calavera sonriente, huesos del color del marfil y huesos de un color más blanco que la nieve y que resplandecían en la oscuridad si yo abría mucho los ojos. Si sentía miedo, entonces la visión se hacía tenebrosa y la Dama se vestía de negro y la guadaña brillaba reflejando la luna. Pero dejé de sentir miedo. Entonces ella se me acercó despacio, maternal, exclusiva, única. Y me mostró un montón de huesos debajo de una tierra más negra que el carbón. Y me dijo que eran mis huesos. Y comenzó una muerte simbólica para mí y erigí en mi dormitorio, donde oí la extraña melodía aquella noche, donde hace muchas lunas mi madre terrenal se despidió de mí para siempre, un altar a la Dama.

Y cada vez que me acerco a ese altar, ella sonríe de forma descarnada, alegre y sabia, chascando los dientes y bebiendo vino y me dice que he encontrado la melodía que hará que mis huesos despierten, que cobren vida y de ahí surja un nuevo esqueleto, sano, vivaz con una vida entera por delante llena de sorpresas y visiones claras. La melodía del propio poder.

Junto al altar me ha susurrado que escriba para no tener miedo, y no me refiero precisamente a ella.


He querido contar como se me ha dado a conocer la Santa Muerte. Yo hasta hace pocos días no sabía ni que ella existía ni que tenía tantos devotos en México. Al verla he buscado por Internet y me he quedado maravillada al ver la imagen que estos días he visto cada vez que cerraba los ojos.
He recordado también, al escribir estas líneas, un cuento que solía contarme mi padre cuando era pequeña. Era el cuento Hans el escudero. Una historia que para resumir mucho contaba la historia del hueso del pobre Hans, escudero valiente y asesinado vilmente por el señor para el que trabajaba por envidia. Hans mató a un fiero dragón que asolaba la comarca y el señor, preso de una envidia y rabia ciegas, le suelta un mandoble, matándole, para llevarse él toda la gloria y honores por esa hazaña. Una pastorcilla encuentra el fémur del pobre Hans por casualidad y fabrica con sus manos una flauta con él. Para su sorpresa, cuando empieza a tocarla, el hueso-flauta toma vida y le cuenta la verdadera historia de Hans y la tremenda injusticia que con él se cometió para que al final del cuento, se hace justicia en la comarca.

Y mi padre, sin querer, contándome ese cuento una y otra vez como si no existiese otro cuento en el mundo, me transmitió el saber secreto de los brujos. El amor a los huesos y a saber buscar en el alma la melodía que los resucita...

4 comentarios:

  1. Marta eres una persona muy especial. Esta parte de ti que has compartido con nosotros es lo mas especial que he leido en mucho tiempo.Siempre intento describir lo que siento al adentrarme en este blog.Al empaparme de tu sabiduría y tu experiencia, pero no lo consigo. Es un estado de éxtasis en el que solo deseo sumirme en tus escritos y desaparecer entre las lineas.
    Estaría encantada de cruzar unas palabras contigo.
    Gracias por tu dedicación.
    Un abrazo.

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    1. Ania, tus palabras me han llegado muy hondo. Me llegan al corazón y me has alegrado el día. De veras es un gran honor para mí y un enorme regalo leer palabras como las tuyas. Mil gracias. Me gustan especialmente porque aparte de dedicarme a la brujería, soy escritora y eso es precisamente lo que trato de hacer. Trato que mis palabras lleven Magia y enciendan esa misma Magia en otras personas. Me alegro de haberlo conseguido contigo! De veras estoy sonriendo ahora mismo :)
      Escríbeme cuando quieras, aquí o al correo.
      Un fuerte abrazo.

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  2. Hola, no había visto esta entrada, por la fecha fue anterior a conocerte a través de J.L. pero Ania me la ha recomendado, y de verdad que seguiré sus recomendaciones. Que especial y qué forma más acogedora de referirse a la Dama, como tú dices, y a la tierra que acoge y da descanso, la Santa Muerte que permite el descanso al fin. Felicidades por este post, y gracias a Ania por guiarme hasta él. Un saludo.

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  3. La verdad es que tubo que ser una experiencia reveladora, e increíble... Es algo muy fuerte si te paras a pensar, el tener una experiencia así. No es algo que le ocurra a todo el mundo.
    Yo tengo temporadas que (no sé a cuento de qué) sueño que soy la muerte. Me peleo con demonios y discuto con ángeles por que no hacen su trabajo, o hago transcender a gente que esta muerta... La verdad es que sueño cada cosa... Y ya lo último fue tumbarme un día, que estaba muy asustada por culpa de gente muy mala (por no decir otra). Me acosté en la cama, cerré los hojos para intentar dormir, y comencé a ver unas criaturas que cualquier judío, musulmán, católico y derivados pensarían que son demonios. Uno de ellos se empezó a reír de forma descarada y me dijo que no tenía que temer a nadie, que yo soy la muerte, que soy eterna y nada me puede destruir ¿? (Yo amargadísima y el diciéndome eso).Recuerdo que me cabreé... Y no, no sufro esquizofrenia, psicólogos me abalan. Cuando veo algo, es que lo veo y punto.
    Tu por lo menos te lo tomaste con filosofía.

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